La ruta empezó en el pueblo de Mogrovejo, tras hora y media de ascendente paseo llegamos a la base de los picachos próximos a Tanarrio.
El esfuerzo valió la pena, además de las impresionantes vistas, el prado nos regaló tres magníficas macrolepiotas.
Tras recuperar fuerzas con otra copiosa comida, nos fuimos a tocar las nubes, esta vez sin caminar, al teleférico de Fuente Dé.
Sol, menos mal. Picos a la vista, por fin. Al fondo, el Cantábrico. Vacas, inmensas. La alfombra verde, omnipresente. El río Cares, inseparable. Lagos de Covadonga, impresionantes.
«Picos de Europa, el lugar del globo en el que los huesos del mundo rompieron su piel y se quedaron fuera» -. Jose Antonio Odriozola.
La niebla sigue sin dejarnos ver los Picos, así pues fuimos a la costa, un mar increiblemente cerca, a pocos quilómetros. Mar, verde y montaña en un mismo encuadre, algo que no deja de sorprendernos.
Dejando atrás San Vicente, en la misma costa cantábrica, el pueblo de Comillas puede encaprichar a quien lo visita. Una compra improvisada en un mercadillo gastronómico y mucho por descubrir tras las murallas del grandioso Palacio de Sobrellano. Adoquines y un casco antiguo muy recomendable. Y el mar, al fondo.
La lluvia y sobretodo la niebla decidió por nosotros. Los planes están para cambiarlos, así que la ruta por la montaña se frustró. Muy instructiva fué la visita guiada a la iglesia de Santa María de Lebeña y sabrosa la visita a la quesería de Pendes. Muy cerca de allí, el paisaje de los castaños centenarios con los Picos de fondo, sobrecogía.
Hicimos bien en desviarnos del camino y acercarnos a Oviedo. El casco antiguo es una maravilla: la catedral y el ayuntamiento, las calles del boulevar de la sidra, el luminoso mercado con puestos de delicias asturianas.Nos quedamos con ganas de conocerlo mejor.
Paramos a comer en Ribadesella, por fin comida de cuchara, lo echábamos en falta. Desde allí hasta nuestro destino,Potes. Una carretera cada vez más estrecha y sinuosa; un paisaje montañés encantado a orillas del río Deva.
Tras el magnífico desayuno que nos sirvió Joaquina en su hotel nos enfundamos las botas para inciar una ruta de 3 horas por la senda que recorre los escarpados acantilados de Busto. La primera parte del camino discurría entre bosques de pinos, eucaliptus y helechos.
Los bosques se abrian permitiendo bajar entre desfiladeros a playas recónditas como la de Canero o la de Bozo. Otras veces abrian una ventana al mar en miradores que provocaban vértigo.
Cerramos el día en la Playa del Silencio contemplando una espectacular puesta de sol.
Con cierta morriña dejamos definitivamente Santiago para dirigirnos a Ribadeo, último destino gallego, para ver la playa de las Catedrales en bajamar.
Nuestro destino es Cabo Busto, en la comarca asturiana de Valdés, muy cerca del pueblo pesquero más bonito que hemos visto hasta ahora, Luarca. En Busto pasaremos dos días que nos permitirán conocer esta parte de la costa cantábrica.
Una semana en Santiago y aun nos quedaba visitar la capital de la provincia. 50 minutos por autopista y nos plantamos en el monumento más emblemático de la ciudad, la Torre de Hércules, el faro más antiguo del mundo. Continuamos la ruta por el largo y bonito paseo marítimo y acabamos en el centro histórico tomándonos unas tapas.
Salimos de la urbe en búsqueda de tranquilidad. Castaños, robles, eucaliptus y agua en un parque natural cercano a A Coruña.
Hoy nos lo tomamos con calma. La previsión era continuar por la Costa da Morte. La casualidad hizo que escuchando la radio galega nos enteraramos que estaban en fiestas en Muxía. Para allá fuimos. Nos dejamos llevar por el cachondeo y entre quintos,tapas de pulpo y de jamón cocido de Lugo pasó buena parte del día.
La otra parte del día estaba programada. Tocaba Carlos Núñez junto con los Chieftains y la orquesta filarmónica de Galícia en la mismísima plaza del Obradoiro. Todo un lujo que tuvimos la suerte de disfrutar durante dos horas.
Estaba previsto que saliera un buen día de sol, así que decidimos madrugar, coger la autopista hacia Vigo desde donde sale el ferry hacia las Cíes. Estas islas forman parte del Parque Nacional de las Islas Atlánticas; un lugar privilegiado de playa y vegetación.
Hay 4 rutas en la Illa do Faro, optamos por la más corta, la del Alto del Príncipe, desde donde se divisaba toda la parte Este de la isla.
La mayor parte del día la pasamos tumbados en la arena blanca, aturdidos de tanta belleza.
Empezamos el día en el centro de visitantes del Parque Natural de Corrubedo, donde nos guiaron en una interesante visita a las dunas y humedales; un contraste precioso de vegetación y playa.
Por fin salió el sol; hoy es el primer día que no nos llueve. Aunque la niebla frustró en parte una tarde de sol y relax en la brutal playa la gran Duna, también nos ha enseñado una cara diferente de los paisajes, como la de la ría de Noia.
La tarde avanza y se nos ocurre acabarla de la mejor manera, viendo la puesta de sol en el sitio más privilegiado de la Península: cabo Fisterra.
Hoy amanece gris. Apetece paseo y paraguas. Callejeando Santiago se nos pasa la mañana y decidimos darnos un homenaje. Una visita al mercado y la mejor elección: compramos percebes, nécoras, bígaros y buey de mar. Justo al lado nos lo han cocinado, al momento. Sabores y olores a mar en buena compañía.
Los cuartos de final del mundial de baloncesto España-Serbia nos cortan la tarde. España está a 2 puntos y quedan 2 minutos. Ric está histérico: pegado a la pantalla, no habla. Sólo aplaude. Suerte España.
El regusto amargo de la derrota lo combatimos con otro buen paseo por las calles del casco antiguo de Santiago.
Salimos con el desánimo de un manto de lluvia que lo cubre todo pero dispuestos a conocer la zona vieja de Pontevedra. No nos ha decepcionado nada, disfrutando bajo el paraguas de sus calles untadas de musgo y sus preciosas casas aporticadas.
Conforme nos dirigimos hacia el norte el sol gana terreno, y nos deja disfrutar de unas espectaculares zamburiñas en Combarro, coqueto pueblecito a orillas de la ría.
El itinerario de hoy continua subiendo por la carretera de la costa, con vistas a la ría y la isla de Ons. Espectacular la playa de la Lanzada.
Tras una visita que no recomiendo a la isla de Arousa, acabamos el día en Carril degustando unas magníficas almejas frescas.
Amanecemos en Allariz, pueblo con encanto y con un hostal para repetir. Cargamos pilas con un desayuno a base de bica, almendrados y tostadas de pan de centeno. Amenaza lluvia; no nos amilana y ponemos rumbo a la ruta más conocida de la ribera sur del río Sil. Si quieres, puedes ver el mapa de la ruta que hicimos.
Nos movemos por carreteras de montaña, entre bosques de castaños bajo una lluvia intensa. Paramos a visitar los monasterios de las Rocas, San Estevo y Santa Cristina.
Comimos allí y pusimos rumbo hacia el mirador de las Cabezas desde donde pudimos contemplar la espectacularidad de los Cañones por los que atraviesa el río Sil.
Acabamos el día dirigiéndonos hasta lo que es nuestra base durante una semana: Santiago de Compostela. Desde aquí comenzarán nuestras rutas de la próxima semana.
Aquí estoy de copiloto de Lau, por la A-3 con el portátil entre las piernas, conectado a un inversor para tener chicha y a internet via tethering a mi móvil android. Todo un punto para que los cientos de km que haremos hoy pasen más deprisa.
Lo cierto es que estoy en un extasis infotecnológico. Me he instalado un agente en el Firefox para cambiar las cabeceras http y que parezca que navego con mi HTC. Así pues la operadora no se entera de mi pequeña trampa a la tarifa plana. De todas formas no me obsesiono, de hecho ahora lo tengo desconectado para evitar que los servidores web a los que me conecto, interpreten las cabeceras y me envíen la información formateada para móvil/pda.
Blog de Ricardo Real 
